.

Dones de Manifestación




Dones de Manifestación

1 Corintios 12.7-10
7 A cada uno de nosotros se nos da un don espiritual para que nos ayudemos mutuamente. 8 A uno el Espíritu le da la capacidad de dar consejos sabios; a otro el mismo Espíritu le da un mensaje de conocimiento especial. 9 A otro el mismo Espíritu le da gran fe y a alguien más ese único Espíritu le da el don de sanidad. 10 A uno le da el poder para hacer milagros y a otro, la capacidad de profetizar. A alguien más le da la capacidad de discernir si un mensaje es del Espíritu de Dios o de otro espíritu. Todavía a otro se le da la capacidad de hablar en idiomas desconocidos, mientras que a otro se le da la capacidad de interpretar lo que se está diciendo.




palabra de sabiduría
palabra de ciencia
A otro Fe
Dones de sanidades
Hacer milagros
Profecia
Discernimiento de espíritus
Diversos géneros de lenguas
Interpretación de lenguas


Nota: Los dones tienen una misma fuente (vv. 4–6) y propósito. No son dados para beneficio personal (cf. 14:4; 1 P. 4:10), sino para el provecho común del cuerpo de Cristo, para la edificación de los demás (1 Co. 10:24; 14:12). Pablo anota aquí algunos de los dones. Otros, juntos con algunos de éstos, se mencionan en Romanos 12:6–8; 1 Corintios 12:28–31; Efesios 4:11 y 1 Pedro 4:10–11.

Sabiduría, que se refiere a la perspicacia en cuanto a descubrir la verdad doctrinal.
Ciencia, que señala la capacidad de aplicar la verdad doctrinal a la vida cotidiana. En esta carta, Pablo también ejerció y expresó ese don (e.g., 12:1–3; 11:3). (Cf. la repetición de la cláusula “¿no sabéis …?” o “¿ignoráis que …?” en 3:16; 5:6; 6:2–3, 9, 15–16, 19; 9:13, 24; también cf. 8:1–3, 10–11).
fe, como don espiritual, se refiere a una medida extraordinaria de confianza en Dios que excede a la que manifiestan la mayoría de los cristianos (e.g., 13:2).
dones de sanidades son la capacidad de restaurar la salud (e.g., Hch. 3:7; 19:12) así como hasta detener la muerte en forma temporal (Hch. 9:40; 20:9–10). 
El hacer milagros puede indicar el exorcismo de demonios (Hch. 19:12), o provocar incapacidad física (Hch. 13:11) o aun la muerte (Hch. 5:5, 9).
Profecía, es la capacidad, semejante a la de los profetas del A.T., de declarar un mensaje divino dirigido a su pueblo (1 Co. 14:3).
discernimiento de espíritus es el don de diferenciar entre la palabra de Dios proclamada por un profeta verdadero y las enseñanzas de un falso maestro enviado por Satanás (cf. 2 Co. 11:14–15; 1 Jn. 4:1). Si los corintios poseían este don (1 Co. 1:7) no lo empleaban bien (cf. 12:1–3).
Las lenguas se refiere a la capacidad de hablar un idioma vivo no aprendido previamente (e.g., Hch. 2:11).
La interpretación de lenguas es la habilidad de traducir un idioma vivo, no aprendido, que se expresa en una reunión de creyentes (1 Co. 14:27).


Dones Ministeriales

Efesios 4.11
 Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. 12 Ellos tienen la responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. 13 Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo.

Nota: Cristo da dones a los cristianos. Los dones para la iglesia, son gente dotada. El sujeto él mismo es enfático en gr., y denota que Cristo mismo es quien da la gente dotada. Cinco clases de personas dotadas se mencionan en el predicado acusativo, de tal forma que podría trad.: “dio a algunos el ser”. Los primeros dos, apóstoles y profetas, ya se mencionaron en 2:20 y 3:5, porque son los dones fundamentales para la iglesia. En los apóstoles se incluyen a los doce, y son los que tenían el oficio del apostolado por virtud de haber estado con Cristo (Hch. 1:21–22), y de haber sido designados por él (lo cual también incluiría a Pablo; 1 Co. 15:8–9, Gá. 1:1; 2:6–9). Pero “apóstoles” también incluía a otros que eran reconocidos como tales, como Jacobo (1 Co. 15:7; Gá. 1:19), Bernabé (Hch. 14:4, 14; 1 Co. 9:6), Andrónico y Junias (Ro. 16:7), posiblemente Silas y Timoteo (1 Ts. 1:1; 2:7) y Apolos (1 Co. 4:6, 9). Este último grupo tenía el don del apostolado, pero no el “oficio” apostólico como lo tenían los doce y Pablo.


Apóstoles eran aquellos que llevaban el mensaje del evangelio con la autoridad de Dios. “Apóstol” significa “uno enviado como delegado con autoridad”.
Profetas del N.T. fueron dones dados a la iglesia para proveer edificación, exhortación y consuelo (1 Co. 14:3). Probablemente revelaban la voluntad de Dios a la iglesia cuando el canon bíblico estaba incompleto. Puesto que los apóstoles y los profetas formaban parte del fundamento, no existieron otros iguales después de la primera generación de creyentes.
Los evangelistas eran aquellos encargados de propagar el evangelio, similares a los misioneros de nuestros días.
Pastores y maestros se mencionan juntos porque están gobernados por un solo artículo en gr. (“los” aparece antes de “pastores”, pero no antes de “maestros”), y debido a que la palabra “y” (kai) difiere de las otras conjunciones (de) en el v. Esto podría implicar que son dos clases de personas dotadas, cuyos ministerios están en congregaciones establecidas (y no en el trabajo itinerante como los de los apóstoles y evangelistas). Es más probable que se refieran a dos características de una persona que está pastoreando a los creyentes (al consolar y guiar), mientras que a la vez los instruye en los caminos de Dios (los obispos o ancianos, deben ser capaces de enseñar; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:9).

    La intención de los dones (4:12–16)
El propósito de los creyentes dotados (vv. 7–11) es equipar a otros creyentes para el ministerio, así como para darles estabilidad doctrinal y práctica, y para guiarlos a la edificación mutua. Como en otros pasajes de Efesios (1:3–14, 15–23; 2:1–7; 3:1–13, 14–19; 4:1–7; 6:14–20), 4:11–16 es una larga oración en gr.
4:12. El propósito de los hombres dotados es perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Más lit., este propósito es “para perfeccionar o equipar (katartismon; cf. el vb. katartizō en Mt. 4:21, “remendar” o “preparar” las redes, en Gá. 6:1, “restaurar” para un uso apropiado; cf. 2 Co. 13:11; He. 13:21) a los santos para la obra del ministerio” (diakonias). La gente dotada (Ef. 4:11) debe ministrar la palabra a otros, para que ellos a su vez estén listos para involucrarse en ministrar a los demás (cf. 2 Ti. 2:2).

Las personas dotadas deben ministrar hasta que toda la iglesia alcance (katantēsōmen, se usa en Hch. para referirse a los viajeros que llegan a su destino) las tres metas, cada una de las cuales se introduce por la preposición gr. (eis, “a”, “hacia adentro”): lit., (1) hasta la unidad de la fe, (cf. Ef. 4:5) y del conocimiento pleno (epignōseōs, cf. 1:17) del Hijo de Dios, (2) hasta un varón perfecto (maduro)”, y (3) “hasta la medida (metron; cf. 4:7, 16) de la estatura de la plenitud de Cristo”. En tanto que cada creyente funciona de acuerdo con el (los) don(es) que Cristo le ha dado (v. 7), el cuerpo como un todo disfruta de unidad (cf. vv. 3–6) y llega a ser más maduro espiritualmente (cf. v. 15), más como Cristo en toda su plenitud (cf. 1:23; 3:19).



Dones Motivaciones

Romanos 12.6-8
 Dios, en su gracia, nos ha dado dones diferentes para hacer bien determinadas cosas. Por lo tanto, si Dios te dio la capacidad de profetizar, habla con toda la fe que Dios te haya concedido. 7 Si tu don es servir a otros, sírvelos bien. Si eres maestro, enseña bien. 8 Si tu don consiste en animar a otros, anímalos. Si tu don es dar, hazlo con generosidad. Si Dios te ha dado la capacidad de liderar, toma la responsabilidad en serio. Y si tienes el don de mostrar bondad a otros, hazlo con gusto.

Nota: Pablo aplicó lo que había dicho (vv. 3–5), al ejercicio de las habilidades otorgadas por Dios para el servicio espiritual (vv. 6–8), edificando sobre el principio teniendo diferentes dones (cf. v. 4 “no todos los miembros tienen la misma función”; cf. 1 Co. 12:4). Los dones de gracia (j̱arismata) son según la gracia (j̱aris) de Dios. El apóstol anota siete dones, ninguno de los cuales, con la posible excepción de la profecía, sirve de señal. Es conveniente entender que el texto gr. es mucho más áspero que cualquier traducción castellana.

Menciona primero el don de profecía, que consistía en comunicar mensajes inspirados por Dios, con lo que este ministerio constituía una ayuda tan importante al ministerio apostólico que el mismo Pablo asegura (Ef. 2:20) que la iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (comp. con Ef. 4:11). Esto por otra parte, indica que tal ministerio, por ser «fundante», ha desaparecido de la escena. Es cierto que cualquier hermano puede sentirse movido por Dios a comunicar algún pensamiento que el Espíritu haya puesto en su corazón, pero no es en virtud del ministerio profético específico, sino del que es común a toda la congregación
(B) Después viene el ministerio (gr. diakonía, comp. con 1 Co. 12:5). Aunque bien podría significar el ministerio de la palabra, no puede descartarse la posibilidad de que se incluya aquí el diaconado específico del que Pablo habla en 1 Timoteo 3:8 y ss.
(C) Tras la «profecía» y el «ministerio», los cinco dones restantes mencionan directamente a la persona que ejerce el don. «El que enseña, etc.» (v. 7). El original dice ho didáskon, el que enseña, no didáskalos (comp. con Ef. 4:11), con lo que se da a entender que no se trata de un oficio más o menos permanente, propiamente pastoral, sino del ejercicio de la enseñanza bíblica a cargo de hermanos y hermanas capacitados (v. Hch. 18:26) para ello, ya sea desde el púlpito o en la Escuela Dominical,

(D) Tras el que enseña, el cual se dirige a la mente, viene el que exhorta (v. 8), el cual se dirige al corazón. La dedicación a este ministerio requiere gran fidelidad al Señor, mucha humildad (comp. con Gá. 6:1) y tacto exquisito. Es cierto que paráklesis significa, sobre todo, consolación, pero, como advierte Murray, «la exhortación necesita ser dirigida al cultivo de la paciencia y de la perseverancia, y éstas están íntimamente relacionadas con la consolación». Por ello, aunque la reprensión no se menciona por su nombre, entra también en este departamento, ya que la exhortación no ha de ser solamente estímulo, sino también freno.

(E) Luego viene (v. 8b) el que comparte (mejor que «reparte»). Como el significado del verbo metadídomi no es repartir, sino compartir, es muy improbable que aquí hable el apóstol del tesorero o del encargado de dar de los fondos de la iglesia. «Dar» es un don que Dios da y bendice (Hch. 20:35), y Pablo exhorta a usarlo con sencillez, es decir, con liberalidad, con rectitud de intención (comp. Ef. 6:5, el mismo vocablo), con alegría (comp. 2 Co. 9:5–7).

(F) Extraña ver en penúltimo lugar al «que preside»
«Naturalmente los que gustan del oficio desearían que se cambiara el orden expresado». En mi opinión (nota del traductor), la solución de esta aparente anomalía se halla en 1 Timoteo 5:17, donde leemos: «Los ancianos que gobiernan (el mismo verbo que aquí) bien, sean tenidos por dignos de doble honor (respeto por el oficio que ejercen, y remuneración—véase el versículo 18—por la solicitud con que se dedican), principalmente los que trabajan en predicar y enseñar». Esto demuestra que hay líderes de iglesia («ancianos», considerado como «oficio») que no pastorean con la predicación o la enseñanza de la Palabra, pero Dios les ha capacitado con intuición, dotes de gobierno, iniciativa, discernimiento y sentido común para el gobierno de la comunidad, por lo que son muy útiles para compartir el liderato. A éstos exhorta Pablo a ejercer su don con diligente solicitud (NVI), no por lucro, sino de buena gana (v. 1 P. 5:1 y ss.) y, como dice Trenchard, con «una dosis especialmente fuerte de gracia y de humildad, pues al «yo carnal» le gusta destacarse y mandar». Aparecen, pues, en este lugar, más como «oficio» que como «ministerio», del que ya hemos visto a comienzo del versículo 7.

(G) Finalmente, se menciona al que tiene el don de hacer misericordia o, como parafrasea la NVI para dar bien el sentido, el que tenga el (don) de asistir a los que se hallan en apuros.
«Los miembros de una congregación pasan por muy variadas circunstancias, a veces por su propia culpa, a veces por fuerzas externas e inevitables. El hecho es que pueden hallarse postrados, desanimados o apremiados por diversas presiones. Muy a menudo es preciso que sean visitados para que haya la posibilidad de extenderles una mano de ayuda y mostrarles la compasión y la simpatía necesarias para levantarles de su postración». Esta labor ha de hacerse, dice el apóstol, con alegría (lit. con hilaridad, como en 2 Co. 9:7). El vocablo griego indica aquí prontitud, disponibilidad y sincero deseo de ayudar, como quien goza en ello; todo lo contrario del «rostro sombrío», la visita de etiqueta y las fórmulas rutinarias, manidas, que más bien producen desaliento que consuelo (comp. con el v. 15).
Siguiente
« Anterior