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La cena del Señor


LA CENA DEL SEÑOR

Juan 6.53-58 (RVR60)
53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.
57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.
58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.

ORIGENES.

PASCUA Principal Fiesta de los judíos. Se celebraba juntamente con la Fiesta de los Panes sin Levadura, y se prolongaba siete días. El nombre viene del vocablo hebreo pesakh, que literalmente significa «pasar por alto» o «encima», y figuradamente «preservar», «mostrar misericordia». Los principales pasajes bíblicos en los que se narran la institución y el mandato de la Pascua son 
  • Éx 12.1–28; 
  • Lv 23.1, 2, 4–8 
  • Dt 16.1–8.


DESCRIPCIÓN DE LA PASCUA, COMO SE PREPARABA
  1. Se celebraba en el primer mes 
  2. El día 10 apartaban un cordero y se observaba hasta el día 14
  3. Un cordero por familia
  4. Si la familia fuere tan pequeña se tendría que unir a otra familia
  5. El animal será sin defecto
  6. Macho de un año, lo tomares de las ovejas o de las cabras
  7. Lo inmolara la congregación entre las dos tardes
  8. Tomaran de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de la casa en que lo han de comer
  9. Comerán la carne asada al fuego
  10. Panes sin levadura
  11. Hierbas amargas
  12. Ninguna cosa se comera cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego
  13. Ninguna cosa se dejara, y lo que quedare se quemara en el fuego
  14. Se comera señidos vuestros lomos, vuestro calzado, vuestro bordon
  15. Lo comerán apresuradamente
QUE IBA HA PASAR EN LA PASCUA
  1. Dios iba a pasar por la ciudad
  2. Herirá a todo primogenito en la tierra de Egipto así de los hombres como de las bestias
  3. Ejecutara sus juicios en todos los dioses de Egipto
      1. Plaga de sangre
      2. Plaga de ranas
      3. Plaga de piojos
      4. Plaga de moscas
      5. Plaga en el ganado
      6. Plaga de ulceras
      7. Plaga de granizo
      8. Plaga de langostas
      9. Plaga de tinieblas
      10. Muerte de los primogenitos

La Pascua conmemora para los israelitas su propia liberación ( Libertad) realizada por la intervención divina, y el día en que Jehová Dios los sacó de la esclavitud en Egipto, por mano de Moisés, para introducirlos en Canaán, la tierra de promisión. Sin embargo, la Pascua no recordaba solo la liberación en sí, sino también al cordero o víctima del sacrificio, cuya sangre, untada en los postes y en el dintel de la puerta de los hogares israelitas, evitó que el ángel de la muerte matara al primogénito de cada familia del pueblo de Dios. Así que la Pascua es también el acto redentor más grande de Dios, en cuanto a su antiguo pueblo.
Moisés instituyó la Pascua por orden de Dios, la misma noche en que el pueblo de Israel salió de Egipto, después de ser esclavos por más de 400 años. Debían celebrarla todos los israelitas, incluyendo los extranjeros circuncidados que vivieran entre ellos, por estatuto perpetuo (Éx 12.24). 
Ex 12 43-49 Ningún extraño comera de ella, soló el que ha sido circuncidado. En la primera Pascua hubo algunos detalles que no se practicaron después sino solo simbólicamente, tales como las instrucciones que se dan en Éx 12.11, y la sangre que se untó en los postes y en el dintel de la puerta (Éx 12.7); en tiempos posteriores esta se rociaba en el tabernáculo o en el templo, como símbolo de expiación.
La Pascua se celebraba a la puesta del sol el día 14 del mes de abib o nisán (Éx 13.4; 34.18; Est 3.7), el cual corresponde más o menos a abril
El padre de familia era el que presidía la celebración, y Moisés dio órdenes precisas para que al preguntar los hijos qué era la Pascua el padre les explicara su significado. Debía recalcarse la intervención amorosa y poderosa de Dios al dar libertad a su pueblo. Lo que sobrara del cordero, al que no se le debía quebrar los huesos, debía quemarse aquella misma noche (Éx 12.46; Nm 9.12; Dt 6.20–23).
Si alguien por alguna razón justificada no podía celebrar la Pascua en la fecha establecida, tenía permiso para celebrarla en el segundo mes; pero si el descuido era voluntario, al infractor se le castigaba con la muerte (Nm 9.6–14). A las mujeres se les permitía participar en la celebración, pero no estaban en la obligación de hacerlo (1 S 1.3, 7; cf. Lc 2.41).
Aunque la Pascua debía celebrarse todos los años, en el Antiguo Testamento solo tenemos registradas algunas de estas celebraciones: la que se celebró en Egipto (Éx 12.28); una en el desierto de Sinaí (Nm 9.1–5); otra, la primera en Canaán (Jos 5.10, 11); la del rey Salomón (2 Cr 8.13); la del rey Ezequías (2 Cr 30.1–22); la del rey Josías (2 R 23.21–23); y otra que se celebró después de la cautividad, en tiempos de Esdras (6.19–22).
En el Nuevo Testamento se mencionan varias Pascuas a las que Jesús asistió 
  • (Lc 2.42, 43; Jn 2.13), y 
  • especialmente la que para Él fue la última, en el aposento alto, la noche de la víspera de su muerte (Mt 26.17–30; Mc 14.12–16; Lc 22.7–23; Jn 13).
En la actualidad los judíos todavía celebran la Pascua, pero solamente con panes sin levadura, hierbas amargas y otras cosas, sin sacrificio de cordero.

Pablo dice: «nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros» (1 Co 5.7b). Según el Nuevo Testamento Cristo reúne las condiciones del cordero pascual: 
  • Él es el Cordero de Dios (Jn 1.29), 
  • inmolado por nuestra libertad espiritual «desde antes de la fundación del mundo» (1 P 1.18–20); 
  • en Él no hubo mancha alguna (Heb 9.14; 1 P 1.19b.); 
  • se ofreció voluntariamente (Jn 10.17, 18; Hch 8.32–35); 
  • no le fueron quebrados los huesos (Jn 19.36). L
  • os panes sin levadura simbolizan la limpieza moral con que los cristianos debemos acercarnos a la mesa del Señor (1 Co 5.8). Después de participar con sus discípulos en la celebración de su última Pascua, Jesús, usando los elementos del pan y del vino, estableció para los cristianos la Cena del Señor, que es la fiesta correspondiente a la Pascua judía. Esta cena conmemora hoy la muerte vicaria de Cristo en la cruz, mediante la cual nosotros somos libres y salvos por la fe.

CENA DEL SEÑOR Sencilla fiesta ritual ordenada en la Iglesia por Cristo («haced esto en memoria de mí», Lc 22.19), y denominada hoy a veces eucaristía (en griego, acción de gracias) o santa Comunión. Conmemora la muerte expiatoria de Jesucristo y a la vez simboliza la unidad de los cristianos y su reiterada fe en la pronta venida de su Señor.
La última cena que Jesús comió con sus discípulos, durante la Fiesta de la Pascua en la víspera de su crucifixión, sirve de base para la actual Cena del Señor. Evidentemente fue para Él un momento de extraordinaria importancia (Lc 22.15). Dio instrucciones precisas en cuanto a los preparativos (Mt 26.17ss y //), y tomó precauciones para que Judas, y por ende los líderes judíos, no supieran de antemano dónde comerían ( Aposento alto).
El Lavamiento de los pies que Jesús hizo a sus discípulos (Jn 13.4–17) dio inicio a la celebración de la cena pascual muy cargada en sí de simbolismo religioso. Luego Jesús tomó el pan, y lo partió y distribuyó entre sus discípulos diciendo: «Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí» (1 Co 11.24). Después los invitó a tomar de la copa de vino, y dijo: «Esta copa es el nuevo Pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiéreis, en memoria de mí» (v. 25). Esta versión paulina de las palabras de institución, parecida a la de Lucas (22.15–20), ha de compararse con la de Marcos (14.22ss), la cual Mateo ha seguido de cerca (26.26–30).
Frente a la dificultad de fijar la fecha precisa de la institución de la Cena del Señor ( Jesucristo), algunos eruditos han tratado de separar por completo esta fiesta cristiana de la tradición pascual. Afirman que Jesús murió precisamente a la hora en que solía sacrificarse el Cordero pascual (Jn 19.14, 31) y que, por tanto, no pudo haber celebrado la comida de la Pascua la noche anterior. Datos descubiertos recientemente en Qumrán, sin embargo, parecen indicar que hubo discrepancias en los calendarios judíos de aquel entonces que quizá permitieran armonizar los relatos sinópticos con el juanino.
Sea la fecha el 14 ó 15 de Nisán, indudablemente los pensamientos de Jesucristo, al sentarse a la mesa, giraban alrededor de la Pascua. Por sus palabras, y mediante un simbolismo profético, el Señor comunica a los suyos que el significado original de la Pascua adquiere una nueva dimensión y cumple la Tipología del Antiguo Testamento. Hace del pan y del vino nuevas parábolas de su sacrificio inminente y emblemas de su muerte que se verificaría por la Expiación del pecado humano y la Propiciación de la justicia de Dios. Por analogía, Cristo hace así que los suyos se identifiquen con una nueva liberación del «Egipto» del pecado en cada celebración de la Cena del Señor.
Algunos cristianos, y en particular los catolicorromanos, han interpretado literalmente las palabras de la institución: «este pan es mi cuerpo ... esta copa es mi sangre». Otros aseveran que el verbo «ser» tiene aquí el valor exegético de «significa», como en Gn 41.26; Dn 7.17; Lc 8.11; Gl 4.24; y Ap 1.20, además de que en el arameo hablado por Jesús el «es» faltaría del todo. De ahí se cree que el Señor hablaba metafóricamente.
En la iglesia primitiva, se acostumbraba antes de la Cena del Señor una comida común que conmemoraba las ocasiones alegres en que Jesucristo partía el pan con sus discípulos (por ejemplo, Lc 24.30; Jn 21.9ss; cf. Jn 6.11 y el «partimiento del pan» de Hch 2.42, 46; 20.7; etc.). Parece que en Corinto estas fiestas o Ágapes se convirtieron en ocasiones egoístas para embriaguez y glotonería que merecieron una severa reprensión de Pablo (1 Co 11.20ss). El apóstol advirtió del juicio que espera a los que participan de los elementos «indignamente ... sin discernir el cuerpo» (vv. 27–34).
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